Un informe de la Federación de
Trabajadores Autónomos (ATA), muestra que la pensión de jubilación media de un autónomo (datos octubre/2015) es de 622,26 €/mes, mientras que en
2008 era de 505,65 €. Frente a ello, la pensión media de los jubilados de
régimen general ha pasado de 1.029,13 €/mes en 2008 a los 1.171,17 € en
octubre de 2015 (un 13,8% más en 7 años).
Esta diferencia del 41% entre la pensión de un autónomo y la de un
asalariado se explica (según ATA) porque la cotización del autónomo es un
40% inferior a la cotización media del asalariado, además, hay que tener en
cuenta el aumento de la base de cotización del 8% entre 2008 y 2015.
¿Aumentamos nuestra cotización?
El “problema” es que la base de
cotización mínima del autónomo está 884,40 € por la que pagamos una cuota de 264,44 € al mes, mientras que para los
asalariados la base de cotización va en aumento conforme avanzan los años
trabajados.
Los autónomos podemos decidir nuetra base de cotización, aunque lo más habitual es elegir la base mínima, lo que supone que si la mantenemos a lo largo de los años el
resultado es que nuestra pensión pública será baja.
¿Qué hacemos?
¿Nos esforzamos e incrementamos nuestra cuota (con lo que
significa de obligación para con la Seguridad Social y la incertidumbre de los
cambios legislativos) esperando que nuestra pensión pública sea los más
decente posible o nos decidimos por combinar un menor
esfuerzo para el pago de la Seguridad Social y contratar sistemas de previsión privados?
Subir nuestra cotización, además de para la jubilación, supone un aumento del importe a cobrar caso de enfermedad. A tener en cuenta que los autónomos cobraríamos el 75% de la base a partir del día 21 de enfermedad, pero
tendremos que restar la cuota de autónomos del mes (que tenemos
que seguir pagando), además de no cobrar nada hasta el día 21.
A nadie se le escapa que el futuro de las
pensiones públicas no está nada claro, y nadie nos asegura
que lo que coticemos hoy sea garantía de una buena pensión pública mañana.
Nuestra apuesta
es claramente por procurarnos planes privados. En ellos, el
dinero que depositemos será siempre nuestro y seremos nosotros (mejor adecuadamente asesorados por profesionales) quienes decidamos las aportaciones, adaptándola a la situación personal que tengamos en cada momento.
Lo mismo sucede
en el caso de accidente o enfermedad, mejor disponer de uno privado que
complemente las prestaciones de la Seguridad Social y que nos asegure cubrir
nuestras necesidades.
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